domingo, 22 de septiembre de 2013

Antes de llover


Se tardó en entender en donde estaba. Al menos el entorno parecía conocido pero no exactamente familiar. Ligeramente desdibujado en su memoria, el territorio se enmarcaba en el conflicto de saberlo y no saberlo. Saberlo lo suficiente como para nunca perderse entre la bruma y andar.
Que los pasos dejaran al lugar mostrarse. Esa era la única conclusión posible.

Anduvo trozos de calles que se rompían en baldosas de porcelana antigua, donde las paredes continuaban como estructuras de vidrio que reflejaban ciudades que no existían. Peatones que volaban en una fantasmagórica alucinación, porque en esas calles no había nadie, más que sus pasos.

Fabuloso y enciclopédico, el mundo se acaba en sus pies como una nota. Y se reconstruía en el siguiente. Apenas volteaba y un muro se sucedía en un juego de espejos hacia el infinito, hacia el río. El río que se antojaba lejano pero que de pronto ya estaba entre sus pies, como una ruta más por donde podía pasar sin hundirse. Bíblico y enciclopédico el río lo llevaba, navegando por entre olas de autos diminutos que pitorreaban su neurosis como una tromba aullido de aves graznosas que se escapaban lentamente, que remordían las ilusiones hacia lugares imposibles, como hormigas que pululaban hasta desaparecer.

Llegó del otro lado del río que no parecía acabar ni de un lado ni del otro sino en esa: la orilla opuesta. Donde la tierra fue fecunda porque tenía cara de dientes de granadas que podía pisar sin problemas. No escurría, era fruta completamente sólida. Avanzó despacio, suponiendo que en cualquier momento explotarían esos dientes rojos y jugosos dejándole su sangre en la camisa y el pantalón, ambos tan apuestos. Los zapatos jugaban a acariciar la calle y pretendían suspenderse, pero no era factible, había que sostener esa humanidad perdida en una ensoñación que podía volverse pesadilla o verdadero rastro del paraíso que se gestaba en su propia mente.

Llegó hasta ella y la abrazó. ¿La conocía acaso? No importaba, estaba viva y perdida en el insomnio de su suerte, igual que él.

Se miraron. Ella quiso reconocerlo de otra vida, de algún sueño y sí, de algún lado le parecía familiar, pero no atinaba a saber de dónde o cuando.

¿Estás perdida?
Si
Yo también
Pues vamos a encontrarnos
¿A dónde?
No sé
Todo es tan raro
Todo se hace y deshace a placer
….
Y empezaron a hacer y a deshacer hasta que lograron hacer un mundo a su medida. Fueron felices, trajeron rutas y granadas y muros de cristal y ríos de autos diminutos que graznaban. Eran felices hasta que llegó la lluvia y desdibujó aquel ventanal vaporoso donde todo aquello, ante mis ojos, estaba realmente pasando.


Londres, 2013-09-12 

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