Se tardó en entender en donde
estaba. Al menos el entorno parecía conocido pero no exactamente familiar.
Ligeramente desdibujado en su memoria, el territorio se enmarcaba en el
conflicto de saberlo y no saberlo. Saberlo lo suficiente como para nunca
perderse entre la bruma y andar.
Que los pasos dejaran al lugar
mostrarse. Esa era la única conclusión posible.
Anduvo trozos de calles que se
rompían en baldosas de porcelana antigua, donde las paredes continuaban como
estructuras de vidrio que reflejaban ciudades que no existían. Peatones que
volaban en una fantasmagórica alucinación, porque en esas calles no había
nadie, más que sus pasos.
Fabuloso y enciclopédico, el
mundo se acaba en sus pies como una nota. Y se reconstruía en el siguiente.
Apenas volteaba y un muro se sucedía en un juego de espejos hacia el infinito,
hacia el río. El río que se antojaba lejano pero que de pronto ya estaba entre
sus pies, como una ruta más por donde podía pasar sin hundirse. Bíblico y
enciclopédico el río lo llevaba, navegando por entre olas de autos diminutos
que pitorreaban su neurosis como una tromba aullido de aves graznosas que se
escapaban lentamente, que remordían las ilusiones hacia lugares imposibles,
como hormigas que pululaban hasta desaparecer.
Llegó del otro lado del río que
no parecía acabar ni de un lado ni del otro sino en esa: la orilla opuesta.
Donde la tierra fue fecunda porque tenía cara de dientes de granadas que podía
pisar sin problemas. No escurría, era fruta completamente sólida. Avanzó
despacio, suponiendo que en cualquier momento explotarían esos dientes rojos y
jugosos dejándole su sangre en la camisa y el pantalón, ambos tan apuestos. Los
zapatos jugaban a acariciar la calle y pretendían suspenderse, pero no era
factible, había que sostener esa humanidad perdida en una ensoñación que podía volverse
pesadilla o verdadero rastro del paraíso que se gestaba en su propia mente.
Llegó hasta ella y la abrazó. ¿La
conocía acaso? No importaba, estaba viva y perdida en el insomnio de su suerte,
igual que él.
Se miraron. Ella quiso
reconocerlo de otra vida, de algún sueño y sí, de algún lado le parecía
familiar, pero no atinaba a saber de dónde o cuando.
¿Estás perdida?
Si
Yo también
Pues vamos a encontrarnos
¿A dónde?
No sé
Todo es tan raro
Todo se hace y deshace a placer
….
Y empezaron a hacer y a deshacer
hasta que lograron hacer un mundo a su medida. Fueron felices, trajeron rutas y
granadas y muros de cristal y ríos de autos diminutos que graznaban. Eran felices
hasta que llegó la lluvia y desdibujó aquel ventanal vaporoso donde todo
aquello, ante mis ojos, estaba realmente pasando.
Londres,
2013-09-12